Los F1 más feos de la historia
El Vanwall VW57 fue obra de Colin Chapman y del experto en aerodinámica Frank Costin. Esta parejita desarrolló un bólido con una especie de joroba de dromedario situada en la parte posterior del monoplaza. El coche montaba un motor de 2.490 cc y 285 caballos, integrado en un chasis de aluminio multitubular y 640 kilos. A pesar de su poco agraciada trasera, el Vanwall VW57 cosechó varios éxitos. Sir Stirling Moss se proclamó subcampeón del Mundo 1957 -victorias en Pescara e Italia-. Al año siguiente, el equipo británico se alzó con el título de constructores. Pero en la corona individual, Moss se quedó nuevamente a un paso de la gloria. El Vanwall sumó en las dos temporadas 7 poles y demostró que fealdad y buenas prestaciones no tienen por qué estar reñidas.
A finales
de los 60, Jack Brabham, quizá tras una insolación, decidió instalar en las
partes delantera y trasera de su monoplaza sendos alerones. Ya se sabe que toda
innovación está sujeta al principio del ensayo-error. Y, en este caso, hubo
bastante de ambas cosas. El australiano, buscando mejorar las prestaciones de
sus monoplazas, entró en una nueva dimensión del esperpento automovilístico.
Los prominentes elementos aerodinámicos del Brabham BT26 recordaban a las alas
de los aviones de los hermanos Wright o, ahora que estamos en verano, a unas
simples sombrillas de los chinos. De su propulsor Repco 860 V8 os podemos decir
que estaba a la altura de su apariencia externa. Y su fiabilidad era similar a
la del McLaren de 2015. Al menos con el BT26 podían competir con un coche muy
original que no se llevaba las victorias, pero sí las miradas y los comentarios
de la parrilla. Esta joyita sumó dos podios y dos poles. Sus cobayas fueron los
pilotos Jochen Rindt y Jack Brabham. Varias generaciones después, familiares de
ellos dos siguen teniendo pesadillas con el coche verde de los extraños alerones
Los
chicos del equipo Brabham no habían tenido suficiente escarmiento ni críticas
con su BT26. Y en 1971 estaban dispuestos a explorar nuevas vías dentro del
mundo de las estridencias estéticas. Ron Tauranac fue el responsable de una
creación revolucionaria basada en el mundo submarino: el Brabham BT34 o Pinza
de langosta. El ínclito Ron, diseñador de Brabham desde 1962, pudo sufrir algún
tipo de alucinación que dio lugar a la aparición de un monoplaza único. Su
peculiaridad radicaba en la disposición de dos radiadores gemelos situados
delante las ruedas delanteras. Las comparaciones con la fisonomía del famoso
crustáceo no se hicieron esperar. No sabemos si por los comentarios jocosos o
por los pobres resultados cosechados por su criatura, Taurac inició su retiro.
Este invertebrado de los circuitos apenas sumó siete puntos y un podio, algo
lógico en su especie. La parte anterior del coche resultaba de lo más
espantosa. Los corredores encargados de domar a la langosta de Brabham fueron
el británico Graham Hill y un joven australiano Tim Schenken. Las caras de
sorpresa de los dos compañeros al contemplar el revolucionario diseño les
debieron durar casi toda la temporada. El propulsor fue un Ford-Cosworth V8 con
2.993 cc. Tras clasificarse entre los últimos equipos de la temporada, el
diseño del BT34 fue enviado al fondo del mar donde cayó en el olvido.
La
escudería March se subió en 1971 a la cresta de la ola aerodinámica con la
creación del March 711. Dicho bólido disponía de un prominente alerón delantero
diseñado por Robin Herd y Frank Costin. El elemento en cuestión fue bautizado
con el apelativo de tabla de surf. Ya os podéis imaginar por qué. Otros,
siguiendo la tradición británica, lo llamaron la bandeja del té y algunas amas
de casa, la tabla de planchar. Este diseño rompedor le permitió al sueco Ronnie
Peterson ganar el subcampeonato en 1971 por detrás de Jackie Stewart. Por
cierto, las dimensiones del ala situada en la parte posterior del coche, ideales
como mesa de estudio, también eran dignas de admiración. Como dato curioso,
deciros que el español Alex Soler-Roig se puso a los mandos de este artefacto
mecánico en el GP de España de 1971 en Montjuic, Barcelona. Además, Niki
Lauda hizo sus primeros pinitos en el mundo de la F1 con este ejemplar bólido.
Pobre hombre...
La
explosiva combinación de los años 70 y el equipo March fueron letales para la
estética convencional de los F1. Robin Herd llevó la experimentación
aerodinámica a cotas muy imaginativas, quizá demasiado. Fue el principal
culpable de la existencia de uno de los bólidos más espantosos de todos los
tiempos. Herd, maestro del gurú de la aerodinámica Adrian Newey, quiso darle
una vuelta de tuerca al diseño automovilístico en 1975. Y se pasó de rosca. La
parte trasera del March 751 contaba con una especie de difusor de
dimensiones desproporcionadas. Se supone que esta especie de maletero metálico
fue un intento por mejorar la conducción del aire en las gomas posteriores.
Pero en realidad se convirtió en un inservible artefacto. El tamaño del alerón
delantero, aumentado sobre la base del original, tampoco tenía desperdicio. Las
carcajadas el día de su presentación casi derriban las gradas del circuito. El
monstruo duró en competición tanto como un gran premio. En la categoría reina
también se cometen errores supinos.
Sin duda
alguna, con el Ensign N179 os presento la parte delantera más terrorífica de un
bólido. Mucho se ha especulado sobre las preocupaciones de Dave Baldwin cuando
creó este coche en 1979. Quizá estuviera atormentado por las letras del piso o
por una suegra rencorosa... Pero es evidente que cuando se lio con los trazos
del bólido no estaba muy centrado. Porque nadie más que él ha sido capaz de
encontrar una manera más extraña y grotesca de situar el radiador en un
monoplaza. Recuperaba una disposición abandonada años antes. Uno de los
pequeños inconvenientes era que el citado sistema de refrigeración desprendía
un calor terrible que acababa quemando a los pilotos. Este error, que suponía
todo un peligro para la integridad física de los corredores, se asemejaba a una
escalera con tres peldaños que parecían dar acceso al habitáculo del coche. Y
para que dicho elemento destacara lo suyo, fue fabricado con un material
metálico. Una gran contribución al mal gusto y a la nula eficiencia térmica. El
coche era tan malo desde el punto de vista mecánico como estético. No se
clasificó para la disputa de ningún gran premio. Y su única aparición estelar
tuvo lugar en las tandas previas del GP de Sudáfrica de 1979. Derek Daily fue
el conejillo de indias encargado de pilotar hasta el fracaso este engendro de
cuatro ruedas. Evidentemente, vistos los resultados de Kyalami, y tras unas
cuantas broncas, se desechó esta configuración revolucionaria. Se suponía que
iba a mejorar las prestaciones, y se convirtió en uno de los mayores fiascos. A
pesar de su corta carrera, son muchos los aficionados que todavía recuerdan ese
trasto antiestético. Para ellos fue una experiencia traumática difícil de
superar.
No podía
terminar esta terrorífica recopilación sin incluir a uno de los grandes iconos
de la fealdad automovilística: el Ligier JS5. Presentado por Ligier en 1976, su
diseñador, Gérard Ducarouge, centró sus esfuerzos en desarrollar un sistema de
refrigeración que redujera al máximo la temperatura del motor. Quizá
traumatizado por las cuestiones del tamaño sí importa, creó el mayor conducto
de ventilación de todos los tiempos. Desde luego que si los chicos de Ligier
pretendían llamar la atención en los circuitos con su primer coche, lo
consiguieron inmediatamente. Sus sobrenombres, la tetera inglesa o el pitufo,
dan unas pistas muy claras de cómo era su estridente y desproporcionada
apariencia. Estamos ante el que es probablemente el mayor esperpento de la historia
de la categoría reina del automovilismo. Afortunadamente, su toma de aire,
insistimos, la más grande jamás construida en un F1, solo duró tres carreras.
Con esta chimenea espacial y especial a sus espaldas, el francés Jacques
Laffite se clasificó en cuarta posición del GP de Estados Unidos disputado en
Long Beach. Fue prohibida en el GP de España disputado en el circuito del
Jarama en 1973, algo que agradecimos todos los buenos aficionados al motor.
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